lunes, 19 de noviembre de 2012

8N, 20N, 7D...



  ¿Y vos, de qué lado estás? 

La proliferación de siglas, 8N, 20N, 7D entre las más significativas, son la expresión palpable de las tensiones y enfrentamientos de la actual coyuntura política. También, de una politización significativa de la sociedad, algo que resulta importante de cara a una participación protagónica del pueblo en la resolución de sus problemas.

“¿Vos de qué lado estás?” La interpelación aparece más temprano que tarde en medio de cualquier discusión política: Cristina o Macri, Gobierno u oposición, 7D u 8N, 678 o Clarín, son sólo algunos de los esquemas binarios que marcan la cancha de la política argentina actual. A partir de esta lectura se ordena la agenda de los grandes multimedios, se definen “buenos” y “malos”, lealtades, alianzas y amistades. Los hasta ayer “soldados” pueden convertirse en “traidores” con sólo criticar una medida. Del otro lado, el opositor que apoye alguna política oficial de inmediato es sospechoso de haber sido comprado por el Gobierno.
Es evidente que el kirchnerismo ha hecho de la polarización un método de construcción política y una herramienta para consolidar su poder, saliendo airoso de los momentos más delicados. Sin embargo, es falso que la “crispación” sea patrimonio oficialista. La oposición política y otros factores de poder utilizan esta polarización simplificadora como intento de dar forma y coherencia a lo que en realidad es un conglomerado heterogéneo y hasta enfrentado, lleno de jefes sin tropa propia y de reclamos de liderazgos, donde conviven derechas tradicionales y supuestas “izquierdas”. El problema no reside en la polarización en sí misma. No adherimos al discurso del periodismo y la intelectualidad bien pensante y moderada que rechaza las confrontaciones y repite hasta el cansancio palabras como “diálogo” y “consenso”. La historia de nuestro pueblo nos muestra que los cambios suponen conflicto, debate y polémica. El diálogo y la construcción de consensos son necesarios, pero cuando estos no incorporan a los de abajo son sólo excusa para mantener las cosas como están.

El problema entonces no es la polarización sino el carácter de la misma. Para los que aspiramos a una real redistribución del ingreso, para los que peleamos por una radical democratización del Estado que devuelva poder al pueblo, para los que queremos recuperar los recursos energéticos y naturales que siguen en manos de las multinacionales, para los que queremos terminar con flagelos como la precarización laboral y un sistema tributario regresivo, los caminos no pasan por pararse de un lado u otro de esta polarización. Esto no significa que seamos indiferentes frente a los debates y confrontaciones concretas que se dan día a día.
El 8N miles de personas salieron a las calles del país. La acción fue convocada desde los grande medios de comunicación hegemónicos e incluso desde los partidos políticos de oposición. La orientación que estos actores buscaron darle a la movilización fue netamente reaccionaria. Algunos grupos económicos buscaron convertirla en una concentración que apoye sus intereses y en ese marco aparecieron actores paradigmáticos de lo peor del neoliberalismo y también consignas de derecha. Nosotros y nosotras no estuvimos. Sin embargo, es indudable que muchos argentinos y argentinas estuvieron allí con reclamos justos, cansados de sentir que no se los escucha y expresando legítimamente su bronca.

El 20N habrá otra protesta, pero de características muy distintas. El Gobierno nacional enfrentará el primer paro general, convocado por los sectores opositores de la CTA y la CGT. En este caso irrumpirán en la escena los reclamos de los trabajadores y trabajadoras, particularmente la elevación del mínimo no imponible de ganancias y la derogación de la nueva ley de ARTs, junto con una variedad de reclamos sectoriales. Esta vez MAREA Popular se encontrará en las calles, por compartir la legitimidad de los reclamos y entender que ningún avance para el pueblo vendrá de la mano de la obsecuencia y la estigmatización de la movilización y la lucha de los trabajadores. Esto no nos confunde respecto a la orientación y las prácticas de una parte de los convocantes. Mucho menos en relación a los proyectos políticas de gran parte de la oposición que busca capitalizar estas protestas hacia un proyecto de país que traería más penurias para los trabajadores que las propias medidas cuestionadas al kirchnerismo. Sin embargo, pensamos que es en la calles donde debemos desarrollar una alternativa.

El 7D, por un último, se ha puesto como plazo para la adecuación a la Ley de Medios por parte de los grupos económicos. Esta batalla ha quedado sintetizada en el enfrentamiento entre el Gobierno y el grupo Clarín. Los que hemos entendido a la nueva ley como un paso adelante en relación a la normativa aprobada por la dictadura militar por supuesto que rechazamos la pretensión de este (y cualquier) grupo monopólico de negarse a cumplir con la misma. La des-inversión es una de las medidas positivas de esta ley. Pero también debemos decir que en estos tres años el Gobierno nacional y el AFSCA no han dado ningún paso considerable en el fortalecimiento de los medios alternativos, populares y comunitarios, únicos garantes de una real democratización de la información.

Para los que aportamos al nacimiento de este nuevo proyecto político el desafío es ir más allá de esta polarización, sabiendo qué se juega en cada una de las confrontaciones, quiénes son los verdaderos enemigos y con quiénes es posible avanzar en la construcción de una alternativa de los de abajo. Los que soñamos con una izquierda nueva y potente, los que lanzamos hoy MAREA Popular apostamos todo a la construcción de una agenda popular y emancipatoria, que defienda las conquistas que el pueblo ha logrado en estos años contra cualquier vuelta al pasado, pero que se proponga también la superación del actual proyecto kirchnerista. Vamos por soberanía popular y cambio social, vamos por una Argentina igualitaria, democrática y emancipada

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